Sin armas y a reír.

Sin armas y sin miedo.

En una oscura noche de invierno soñé que me llevaba todas las armas, iba subido en mi caballo blanco alado y las fui cogiendo una a una, hasta que no quedó ninguna. Era un 30 de enero y la luna y las estrellas no alumbraban, estos astros me ayudaron para no ser descubierto, eso sí, no hice ni chispa de ruido.

Me di bastante prisa porque había muchas armas que coger, ya que todos los países del mundo en ese día tenían armas. Nadie se dio cuenta de mi gran robo, quizá porque había poca luz, tal vez los vigilantes estaban despistados o no se lo esperaban, quién sabe cuál fue la razón… es posible que fuera un 30 de enero mágico y de sueño. Recuerdo que al pasar por la India, un señor muy amable llamado Gandhi me deseó buena suerte. Y curiosamente los soldados que estaban en guerra, es decir pegando tiros, al vernos pasar nos daban las armas sonrientes y se cruzaban de brazos.

Además de mi caballo volador llamado “Risa”, también tenía un poder muy especial, porque podía hacer las cosas muy pero que muy pequeñas. Por ejemplo; un tanque lo conseguía hacer del tamaño de un minúsculo trozo de la pata de una hormiga; un avión de esos de guerra, lo podía convertir en menor que una parte de media cabeza de alfiler; los helicópteros los reducía en más de la mitad de un granito de café, de esos que casi no se ven.

Como había mucho material que cargar en todo el mundo y para evitar tener que hacer dos, tres o cuatro viajes; “Risa” carcajeando llamó a sus amigos y amigas: “Risitas”, “Risejas”, “Risillas”, “Risetona”, “Risetón”, “Risabel” y “Risaura”. A pesar de todas estas ayudas tuve que hacer a estos objetos de acero, primero el doble de pequeños, luego el triple, después el cuadruple, y hasta el quintuple de diminutos para poder cargar con todos ellos de una vez.

Se me ocurrió decir -¿os imagináis si también hubiera armas en los otros planetas Marte, Saturno… y tuviéramos que quitárselas para que no tuvieran guerras? Los pacíficos caballos y las yeguas se rieron y carcajearon durante un rato.

Éramos como los Reyes Magos o Papá Noel; con la única diferencia de que en lugar de regalar, quitábamos las armas a las fábricas y cuarteles, mientras soñaba se me ocurrió pensar, si este hurto no sería también un regalo para ellos y ellas y para la humanidad.

¿Pero dónde iríamos con todas estas armas para que no se pudieran ver, ni recuperar, ni usar? Lo de guardarlo en cuevas era muy conocido y en seguida lo encontrarían, igual pasaría con hacer una gran zanja en el suelo y enterrarlas o con meterlas en una caja fuerte… por lo que decidí de forma rápida quizá por el cansancio, meterlo todo en algo muy propio de cada uno o una la cama, un sitio útil para despistar a los que quisieran buscar sus armas, que desde luego serían bastantes, porque ¿cuántos países hay en Europa, en América y en Asia?, así quedé dormido, pensando de nuevo que a nadie se le podía ocurrir que tenía todas las armas del mundo escondidas en mi cama.

Llevaba un buen rato sin soñar con nada; cuando me di cuenta de que los caballos y las yeguas se habían marchado, probablemente al dejar de soñar y también porque tenían cansancio de la larga noche. Noté que alguien con bigote, gorra y con estrellas en los hombros trataba de quitarme un tanque. Y le tuve que decir: – ¡oiga!, que este tanque es mío.

Este señor que parecía un mandamás, me acusó de cometer un gran delito internacional y me amenazó con que sería juzgado. Le dije que se fuera de mi sueño, que no le había llamado. Después de fijarme bien, alrededor de mi cama había bastantes señores de estos que llaman “de la guerra” y con cara de enfado, creo que me decían todos, devuelva todas las armas o algo así.

Me fui a dar la vuelta en la cama para no verles la cara y pensando en que el mundo estaría mejor sin armas, cuando noté que ésta estaba algo durilla con tantos trozos de metal y acero que tenía debajo del edredón y de mi cuerpo.

Oí un gran vozarrón que decía, -¡devuelva las armas a su sitio y a su tamaño!.

No me quedó más remedio que preguntar: -¿para qué quieren las armas?

Otro mandamás en no sé qué idioma dijo algo que no entendí, pero el del bigote le tradujo: -¿imagina usted un país sin armas?

Le dije: sí.

Entonces hice lo único que podía y sabía hacer, convertirme en muy pero que muy pequeño, tan minúsculo que no me pudieran ver. Estaba justo al lado de una gran bota de esas de militares y me parecía grandísima, para evitar que me hiciera papilla con un pisotón, me fui poco a poco a un rincón de la habitación, allí hice mi guarida en una raya negra, de las que hay entre las baldosas y ahí me agarré a un resalte que encontré.

Tenía mucho miedo por si me pisaban o me cogían. Pensé que igual o peor miedo se debía pasar en las guerras, me alegraba de haber quitado todas las armas del mundo, además esto solamente era un sueño, el mío, ¿por qué tanto lío?

Un señor con traje elegante, que debía ser empresario de los que fabrican armas, dijo algo que después se tradujo en coger una escoba y barrer, pero como yo estaba pequeñísimo y en un rincón muy escondido, no consiguieron arrastrarme con los escobazos, ni verme, aunque para buscarme usaron una gigantesca lupa que daba miedo por el tamaño.

Desperté recordando todas las guerras que había en el mundo, y me volví a dormir, para volver a soñar que un mundo sin armas y con risa se podría lograr. Otro mundo es posible.

ACTIVIDADES

PARA 3º CICLO DE E.P. Y 1º CICLO DE ESO:

1.- Pon otro título al cuento.

2.- Pon otros nombres a los caballos y yeguas con alas.

3.- ¿Cómo llamarías al niño o a la niña que tiene este sueño? ¿Cuántos años tiene? ¿En dónde vive?

4.- Busca en el diccionario las palabras que no comprendas.

5.- Inventa otro final del cuento.

6.- ¿Quién es Gandhi?

7.- ¿Qué pasaría si no hubiera armas?

8.- ¿Por qué los soldados dejaban las armas y sonrientes se cruzaban de brazos?

9.- ¿Por qué puede ser que no se dieran cuenta los vigilantes de que les quitaban las armas, o realmente se daban cuenta y las querían perder?

10.- Inventa un cuento en el que las armas se doblan, se pierden o no funcionan.

11.- Resume el cuento.

a) ¿Qué quiere conseguir ese niño o niña?

Felipe Moraga Vacas en contra de las armas, a favor de la palabra y el diálogo.

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