STE-CLM exige la mejora inmediata de las condiciones de trabajo del profesorado para proteger de forma especial los puestos de trabajo itinerantes y favorecer la salud laboral del profesorado, evitando así el estrés que numerosos estudios apuntan como origen del síndrome “profesor quemado”.
En la web de la Consejería de Educación de Castilla-La Mancha, en el apartado de Prevención de Riesgos Laborales parece este texto:
“La política en materia de prevención y salud laboral en los centros docentes desarrollada por la Consejería de Educación y Ciencia tiene por objeto la promoción de la mejora de las condiciones de trabajo dirigida a elevar el nivel de protección de la seguridad y la salud de los trabajadores en el centro de trabajo. Para conseguir este objetivo, se están desarrollando actividades en materias tales como: la evaluación de riesgos de los puestos de trabajo en los centros docentes, la formación específica de los trabajadores, la vigilancia de la salud, a través de reconocimientos médicos periódicos, o la especial protección de los puestos de trabajo con mayor riesgo de accidente, como son los puestos de trabajo itinerantes”.
Si bien es cierto que en los últimos años se ha avanzado algo en materia de prevención riesgos laborales en nuestro oficio, no es menos cierto que aún queda un largo trecho para que nuestra Administración consiga cumplir la Ley 31/1995, de 8 de noviembre, de prevención de Riesgos Laborales. Atención a la fecha de la Ley… ¡1995!. Los profesores itinerantes, que deberían gozar de especial protección, están viendo como estos años se les está poniendo en el punto de mira de los recortes por parte de la Administración educativa, como pudimos ver en el borrador del acuerdo de itinerancias presentado en mesa sectorial el año pasado, y del que afortunadamente nada más se ha vuelto a saber.
Por otro lado, los recortes en derechos del profesorado sufridos en los últimos años y que apenas se han revertido, a pesar de la mejoría económica de estos últimos años, están causando un nuevo contexto en los Centros Docentes que afectan a los niveles de empleo (alta tasa de interinidad), la cohesión social (desprestigio de la labor del profesorado), la salud laboral de nuestro colectivo y, en definitiva, a la calidad de la enseñanza. Estos cambios han producido fuentes de estrés en el mundo educativo, tanto a nivel individual como organizativo.
Informes realizados por la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo en 31 países europeos han destacado la importancia cada vez mayor de los riesgos emergentes y los plantean como un problema a la hora de desarrollar políticas eficaces (Cockburen, Irastorza, Milczrek, Malgorza, 2012). Uno de ellos, elaborado por Parent-Thirion, Fernández y Hurley (2007), reveló que el colectivo docente fue uno de los grupos ocupacionales de mayor riesgo en exposición al estrés laboral y que el 22.3% manifestaron que les afectaba y presentaron una de las mayores tasas de problemas psicológicos asociados a este problema.
En España, la VI Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo en España (Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo [INSHT], 2007) puso de manifiesto que el 19.6% del profesorado consideraba que el trabajo afectaba negativamente a su salud, tenía problemas para dormir (13.8% de los encuestados), sensación de cansancio (12.6%), dolores de cabeza (11.5%) y se sentía tenso e irritable (9.5%). Además, el 54.2% del colectivo docente percibía estrés laboral e incluso un 11.2% atribuía el origen de la depresión que sufrían al trabajo. Del mismo modo, la VII Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo (Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo [INSHT], 2011) confirmó que el profesorado se encuentra entre los colectivos que estaban expuestos a un mayor volumen de trabajo, de manera que un 33.9% manifestó que la sobrecarga laboral le llevaba a prolongar su jornada laboral sin recibir compensacion. Algunos proyectos de investigación han puesto de manifiesto que el número de docentes con niveles altos o muy altos de estrés se sitúa en torno al 50% (Giil-Monte, 2012a). Además, el profesorado que se percibía estar expuesto a una carga mental presentaba una mayor sintomatología psicosomática (INSHT, 2007).
En diferentes estudios (Eloísa Giuerrero-Barona, Rosa Giómez del Amo, Juan Manuel Moreno-Manso y Mónica Giuerrero-Molina 2018. Universidad de Extremadura, España) los resultados indican que las principales fuentes de estres son:
– la falta de interes y escasa motivación de los alumnos
– la falta de colaboración y apoyo de las familias y escaso reconocimiento de los padres
– los aspectos organizativos
En cuanto al estrés global, el estudio de la Universidad de Extremadura citado, ha detectado que el 46.8% de los participantes percibía en su trabajo un nivel medio de estrés y un 23% del profesorado muestra altos niveles. Comparando el colectivo docente con otros grupos profesionales (INS- HT, 2007, 2011) observamos que la prevalencia de estrés es mayor en el profesorado, puesto que el 55.1% manifestó niveles medios o altos. Los niveles máximos los alcanzan los profesores de Secundaria, ya que un 29.2% del personal docente se sentía sobrepasado en su trabajo y un 33.9% se quejó de sobrecarga laboral. En el estudio de la Universidad de Extremadura se verifica que los profesores de esta etapa están más afectados por problemas de indisciplina de los alumnos. De cara a la prevención, se puede considerar que la evaluación de los factores psicosociales en el entorno laboral es una de las tareas más importantes para la prevención de riesgos laborales. Las acciones preventivas deben encaminarse a disminuir no sólo factores de riesgo psicosocial, reduciendo demandas (fuentes de estrés) sino también desarrollando recursos organizacionales y sociales. El estudio de la Universidad de Extremadura propone que, a través de Asociaciones y Escuelas de Madres y Padres, se integren programas de sensibilización dirigidos a aumentar la cooperación entre familias-sociedad-escuela y a recuperar el prestigio social del profesorado y la mejora de su salud profesional y personal.
Desde STE-CLM creemos que el estrés y el síndrome del profesor quemado que los estudios técnicos han definido se debe prevenir desde las políticas educativas, mediante el aumento de los recursos materiales y humanos, la estabilidad en el empleo, la reducción de ratios, una legislacion estable, la democratización real de la organización escolar, el reconocimiento social de nuestra profesión y la mejora de las condiciones laborales revertiendo los recortes sufridos en los últimos años.