DESDE STE-CLM RECLAMAMOS EL RECONOCIMIENTO DE LAS ENFERMEDADES DE ORIGEN PSICOSOCIAL COMO ENFERMEDADES PROFESIONALES EN EL SECTOR DE LA EDUCACIÓN.

En el cuadro de enfermedades profesionales (Anexo al Real Decreto 1299/2006, de 10 de noviembre, por el que se aprueba el cuadro de enfermedades profesionales) no figuran las de origen psicosocial, a pesar de ser clara la relación causa-efecto de las mismas en el sector educativo.

Las principales causas que dificultan una mayor notificación de las enfermedades profesionales son el procedimiento de declaración de la enfermedad profesional y el interés económico que tiene la Administración en que estas no sean reconocidas como tales.

Los orígenes de estos trastornos de origen psicosocial pueden ser muy variados, pero somos todos conscientes de que el empeoramiento progresivo de las condiciones de trabajo de la profesión docente; la precariedad y los abusos a los que son sometidos el funcionariado interino, las ratios desbordantes, los horarios sobrecargados (o sobrecortados -tercios de jornadas-), la falta de reconocimiento social de nuestra función y la organización de los centros, preocupados por entregar “los papeles” que les pide un Cuerpo de Inspección desconocedor del término “trabajo colaborativo”, en el que priman valores como la competitividad y el afán de promoción profesional que, no solo son en sí mismo factores estresores, sino que degeneran, en determinadas circunstancias, en auténticos comportamientos patológicos provocadores del llamado mobbing horizontal (entre compañeros de trabajo), son factores determinantes en la aparición de riesgos psicosociales que están dañando de forma alarmante la salud del profesorado.

Los últimos datos de los que disponemos estadísticas en Castilla- La Mancha y que concuerdan, básicamente, con los que tenemos a nivel nacional (Observatorio Permanente de Riesgos Psicosociales) son que los trastornos por ansiedad, estrés, reacción de adaptación, depresión y trastorno paranoide suponen un 12% de las incapacidades temporales entre docentes, de los cuales el 5 % concurren en hombres y el 95% restante en mujeres.

La falta de conciencia en la sociedad de la cultura de la prevención, el desprestigio de la “función docente”, la falta de cultura en nuestro sector del “trabajo en grupo”, agobiados todos y todas por ratios y horarios antipedagógicos promoviendo con ello el aislamiento en “nuestra” aula y el carácter individualista y, sobre todo, la desidia interesada de la Administración sobre la causalidad de las enfermedades de origen psicosocial en el sector educativo, hacen que el sufrimiento anónimo que provocan se sume, como un “síntoma” más, al empeoramiento progresivo e imparable de las condiciones de trabajo del profesorado.

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