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EQUIPARAR EL FRACASO ESCOLAR CON EL ABANDONO TEMPRANO, O CÓMO VENDERTE GATO POR LIEBRE
Hoy la Consejería ha presentado los programas Preparta-T, Ilusiona-T y Titula-S, cofinanciados por el Fondo social europeo dentro del II Plan De éxito Educativo y prevención del abandono educativo temprano.
Desde los centros educativos nos transmiten la escasa utilidad de estos apoyos, para cuando lleguen en enero. “Las cosas se hacen de mala manera”, es una frase en la que suelen coincidir. Son recursos que por la poca oportunidad, desde un punto de vista temporal, son considerados como que no se provechan lo suficiente. Es complejo adoptar medidas de calado ya que no se pueden reordenar los horarios, así que suelen desembocar en ampliaciones de jornadas precarias con poco recorrido, hacer algún desdoble en el mejor de los casos, si hay sitio para ello y algún que otro apoyo.
Lo que necesitan los centros son más cupos para dar respuesta a los problemas reales, problemas como que en 2º, 3º o 4ª de la ESO se acumulan entorno al 40% de estudiantes con asignaturas pendientes de cursos anteriores. Separar claramente medidas estructurales y medidas coyunturales, que por otra parte se les asigna nombres rimbombantes, como en el caso que nos ocupa. La educación es algo más serio.
¿Qué es el “fracaso escolar” y cómo se mide?
En ocasiones, durante los últimos años hemos solicitado en las Juntas de Personal provinciales datos sobre el alumnado que tras su escolarización, abandona el sistema educativo sin haber obtenido el título de la ESO. Es lo que hemos entendido por “fracaso escolar”. Este porcentaje, aparentemente sencillo, no ha podido ser respondido por la Inspección Educativa, ya que –según dicen-, el sistema estadístico de la Consejería solo les reporta el alumnado matriculado, evaluado y aquellos/as que aprueban, pero que no tienen en cuenta los repetidores o los que pasan a otras enseñanzas “de segunda oportunidad”. Mostrando interés en el asunto, hicieron partícipes a los equipos directivos en alguna provincia, con el fin de hacer una estimación de la tasa de fracaso escolar.
Concluyendo que centrándose especialmente en 4ª de la ESO, esta cifra podría rondar el 7.6%, admitiendo el poco rigor científico. Haciendo un binomio de antagonistas, el éxito escolar sería su contrario, es decir, 92,4%. Llama la atención cómo en los medios de comunicación, equiparan el fracaso escolar con el abandono educativo temprano, mostrando unas cifras alarmantes, que en nuestra comunidad autónoma antes de la crisis, superaban el 30% y que a finales de 2018 se situaban en el 20.5%. Resulta que la vara de medir es diferente, ya que la UE utiliza otro indicador.
La Tasa de Abandono Educativo Temprano (AET) es el porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años (ambos inclusive) que han abandonado los estudios con una titulación inferior a la Secundaria postobligatoria, es decir, sin al menos FP de Grado Medio o Bachiller. Este indicador no tiene en cuenta si trabajaban o si tienen el título de Graduado en Secundaria (ESO). Los y las jóvenes en situación de AET con título de la ESO suponen más del 55% del total. Esta tasa se obtiene a través de la Encuesta de Población Activa (EPA). La tasa de AET de España -17.9%-, está a la cola de la UE -10.6% de media-; si bien en los últimos 25 años, hemos logrado descender desde el 41%, reduciéndola más de la mitad.
Lo que es curioso es que, un dato imposible de calcular para la Consejería de Educación, que tiene a su cargo al alumnado, profesorado, servicio de inspección, centros educativos y medios tecnológicos, lo despache la UE con una encuesta a la que nadie pone en duda y tiene tratamiento de dogma de fe.
Lo que sí es cierto, es que a partir de la crisis y hasta la actualidad, se ha producido la mayor reducción, ya que ha retenido a los jóvenes en las aulas o los ha devuelto a ellas, al carecer de alternativas laborales. Más que medidas educativas para facilitar la titulación postobligatoria, curiosamente, ha sido el mercado laboral –la ausencia de este-, la principal causa de dicha reducción. “A más ladrillo más AET”; o dicho de otra manera, un mayor porcentaje de paro juvenil facilita la reducción del AET. Una de las pocas cosas buenas que ha tenido la crisis es que ha forzado a los jóvenes a permanecer más tiempo en las aulas, como no había trabajo fuera del instituto, no les ha quedado más remedio que seguir estudiando.
Son necesarias medidas estructurales y no coyunturales, como las que nos vienen a proponer en esta mesa, aquellas que necesitamos para mejorar la formación inicial de nuestra juventud:
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Reforzar la Primaria y Secundaria con lo que todo el mundo sabe: bajada de ratios y horas lectivas, para un mejor aprovechamiento de las clases.
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Las inversiones en centros educativos de segunda oportunidad (CEPA, Bachillerato nocturno…) o de programas como Garantía Juvenil o la FP Básica, que pudieran ser frecuentados por jóvenes de estas edades, parecía la opción más aconsejable, acompañadas de políticas de incremento de becas.
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Prolongar la escolarización obligatoria hasta los 18 años e incluir de 0-3
El progreso de nuestro sistema educativo requiere un cambio sustancial en su financiación. El Estado tiene que comprometerse en ello; exigimos, por tanto, una dotación presupuestaria adecuada que ponga fin a la política de recortes. La educación no es un mercado y el alumnado no son clientes que participen como sujetos activos para aumentar los beneficios de la cuenta de resultados de la empresa. Exigimos que el Pacto Educativo sea ante todo un gran acuerdo social entre los distintos sectores de la educación pública. Nos oponemos a un pacto educativo que se limite simplemente a un acuerdo político entre grupos parlamentarios, que volvería a dejar a la Enseñanza Pública como moneda de cambio para la negociación política y expuesta a los intereses del mercado. Los agentes de dicho pacto serían las organizaciones representativas de los trabajadores y las trabajadoras de la enseñanza pública y la comunidad educativa. En ningún caso podrían participar la patronal privada y otros poderes fácticos, tales como representantes de cualquier confesión religiosa mayoritaria o minoritaria. Solo un acuerdo de esta naturaleza dotará de verdadera estabilidad y calidad al sistema educativo.