El nuevo Gobierno “progresista y de izquierdas” ya ha encontrado la solución a los males de nuestro sistema educativo público…estudiar en un privado.
Esa es la conclusión a la que llegamos si vemos la zigzagueante trayectoria con la que, tanto el Presidente como sus Ministros, nos han mareado en estos meses de gobierno. Que la señora Ministra de Educación, (que venía de privatizar la Formación Profesional del País Vasco) iniciase su andadura reafirmando la valía del sistema de conciertos escolares, y que el señor Ministro de Ciencia y Universidades agradeciera su labor de liderazgo al sistema educativo privado, como motor del progreso de nuestro país, fue toda una declaración de intenciones.
La grave situación que padecemos en nuestro maltrecho sistema educativo público es tan lamentable que ha hecho saltar las alarmas en Europa. Nuestra región tiene el dudoso honor de liderar este ranking por la cola, hecho por el cual hemos sido “agraciados” con un Fondo Estructural extraordinario, para ver si con medio profesor aquí, medio profesor allá se obra el milagro de los “panes y los peces” y nos equiparamos a la tasa de éxito educativo europea.
Nuestra Ministra de Educación podía haber focalizado la mejora del nivel educativo de nuestro país en impulsar medidas encaminadas a frenar la brecha entre ricos y pobres que vuelve a acrecentarse en nuestro país. No hay que apelar a ningún estudio de alguna universidad norteamericana para llegar a la conclusión de que con un entorno desfavorecido, es mucho más difícil conseguir el éxito educativo.
La señora Celaá también podía haber cuestionado las elevadas ratios de las clases, y la enorme diversidad que en ellas existe (especialmente en los centros públicos). Llevamos 20 años tragándonos la milonga de la integración, perdón, la nueva palabra de moda es inclusión educativa. La teoría es preciosa, alumnos y alumnas de capacidades distintas conviviendo en paz y armonía en nuestros centros, pero la triste realidad es que, al final, de lo que se trata la “inclusión” es de que haya un profesor para 30 o 35 alumnos de secundaria, con niveles diversos, y con pocas más ayudas que las que pueda brindar un departamento de orientación al que la Administración mantiene totalmente desbordado de papeleos burocráticos, por lo que muchas veces se ven limitados a decir qué nivel curricular tiene y te dé un libro de texto de dicho nivel para que el alumno o alumna que necesita nuestra atención personalizada, vaya rellenando como pueda. Sin la suficiente dotación no existe la “inclusión”.
Pero no, nada de esto parece ser la causa que lacra nuestro sistema educativo, el problema es…(redoble de tambores)…los profesores…por supuesto. Esos funcionarios con trabajo estable y demasiadas vacaciones, parecen ser la rémora de la que necesita librarse nuestro país.
Si amedrentarnos con echarnos a los inspectores si no justificamos nuestros suspensos conforme a miles de enrevesados estándares de aprendizaje, no nos ha cejado en nuestro empeño de querer transmitir unos conocimientos a nuestro alumnado, la Ministra contraataca avisando de que nuestra carrera profesional puede verse vinculada a una evaluación de nuestras prácticas docentes y de los resultados obtenidos. ¡Que idea tan infalible para mejorar las tasas de fracaso escolar! ¿cómo no se le había ocurrido a nadie antes? Que parte del sueldo de los profesores se vincule a la tasas de aprobados obtenidas seguro que consigue eliminar del diccionario de la RAE la palabra “suspenso”.
Y, por supuesto, estos globos sonda no se plantean en los verdaderos foros de negociación, como es la Mesa Sectorial de Educación, ante los representantes legales del profesorado, sino en foros de mayor o menor calado mediático.
Desde STE-CLM le queremos decir alto y claro a nuestros gobernantes que el problema de nuestro sistema educativo no son sus profesores y exigimos que las medidas que afecten a las condiciones laborales del profesorado se traten en el foro legalmente establecido para ello, y no ante los medios de comunicación.