REDEFINIENDO LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES
“Soy la mujer
Que ofrece dos flores
Con raíces gemelas:
Justicia y Esperanza.
Comencemos” (Alice Walker)
Cuando hablamos de violencia la podemos encontrar de dos tipos: la violencia directa y la violencia estructural. La directa es visible en la forma de conducta, se muestra en los comportamientos. A este tipo de violencia pertenecen actos como el abuso de autoridad, violencia física o psicológica. La violencia estructural se refiere a un conjunto de estructuras organizativas que no permiten la satisfacción de las necesidades como pueden ser: la supervivencia, bienestar, identidad, o libertad; esta violencia es producto de los procesos de estratificación social.
La violencia estructural es una violencia indirecta, fruto de acciones que no están diseñadas para ese fin, sino que son derivaciones indirectas de la política económica capitalista y del injusto reparto de la riqueza.
Cuando se habla de violencia hacia las mujeres sólo se suele hacer referencia a violencia directa, hecho lógico si tenemos en cuenta que es la que se hace visible. Según un estudio realizado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) en varios países entre el 15% y un 71% de las mujeres refirieron haber sufrido en algún momento violencia física o sexual por parte de sus parejas. En un informe de Unicef que recoge datos de 23 países se afirma que entre el 20% y el 50% de las mujeres sufren algún tipo de maltrato en el seno de la familia. En los últimos años, en un país tan avanzado como Suecia, el 46% de las mujeres han sufrido violencia por parte de un hombre.
Pero esto no es más que la punta del iceberg de una violencia estructural oculta, causa última y principal de la violencia directa. Las mujeres hemos sido a lo largo de la historia las más olvidadas, lanzadas a los márgenes del sistema, excluidas y arrinconadas por un sistema socio-económico que no ha buscado más que maximizar la producción. Así pues, hemos de tomar conciencia de que la discriminación y la violencia hacia las mujeres son problemas estructurales y globales y que para superarlos se requieren profundas transformaciones tanto en el ámbito de las ideas y los valores como en el de las relaciones y la estructura social y económica.
¿Cuál es la situación de las mujeres en este sistema laboral opresor y alienante? Podemos ver que aún persiste la división sexual del trabajo debido a un falso paternalismo y a esteriotipos. Este hecho se muestra en que la actividad femenina se centra en trabajos que se relacionan con su papel en la familia: maestras, secretarias, enfermeras… También tenemos grandes dificultades en acceder al trabajo asalariado y mantenerlo por la presión que ejerce sobre nosotras la dependencia familiar. Esto se agrava con una situación de crisis como la actual, ya que, al igual que en otros momentos de la historia, se piensa que las mujeres hemos de relegarnos a un segundo plano, dada la escasez de empleos, ocupando puestos en la economía sumergida, con sueldos de miseria y sin horarios ni derechos laborales.
La patronal y la derecha más recalcitrante ha señalado en muchas ocasiones que las políticas de igualdad y en concreto las de igualdad entre mujeres y hombres son simplemente lujos que nos podemos permitir. Mostrando así el carácter reaccionario y patriarcal de su pensamiento. Con ello va también su ignorancia porque la experiencia nos demuestra claramente que la mayor desigualdad y la discriminación entre los seres humanos han sido el freno más potente del progreso y la causa de las crisis sistémicas que estamos viviendo.
Es evidente que será muy difícil erradicar la lacra que supone la violencia hacia las mujeres si no nos planteamos un cambio en el sistema socio-económico, ya que, es este el que determina nuestro sistema de valores. Cuando luchemos contra las causas y no solo tratemos de paliar las consecuencias de la violencia iremos por buen camino; y no hemos de olvidar que las causas son producidas por una forma de organizar la sociedad donde el libre mercado impera y los valores humanizadores no son rentables. Son los trabajadores en general y las mujeres en particular los que estamos siendo víctimas de una situación fruto de una estructura socioeconómica alienante y asesina.
La solución: Justicia y Esperanza. Comencemos.
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