Tino Brugos. SUATEA

El mes de junio nos recuerda siempre la conmemoración de la revuelta de Stonewall que este año cumple su cincuenta aniversario, un buen momento para intentar valorar tanto su importancia como el impacto posterior que causó. No se puede realizar este balance sin tener en cuenta tanto el contexto en el que surgió como la situación que vivía la gente lgtb en el momento en que se inició la nueva fase.

La presencia de lo que hoy denominamos movimiento social lgtbi se remonta a finales del siglo XIX, en la época en la que se realizaban estudios sobre la sexualidad y la psicología que buscaban la codificación de las prácticas sexuales que se salían de la norma heterosexual. Médicos, criminólogos, jueces y filósofos serán quienes contribuyan a la creación del estereotipo homosexual. Curiosamente aparecerán referencias que señalan la necesidad de suprimir el vicio aristocrático en un intento de estigmatizar las prácticas homosexuales asociándolas a la decadencia del absolutismo.

Por lo demás, el auge del positivismo y la creencia en que el conocimiento científico acabaría imponiéndose permitió acumular un importante número de datos y referencias, lo que obligó a buscar nuevos conceptos como invertidos, uranistas, homófilos, tercer sexo, así como prácticas sáficas o tribadismo para las mujeres, hablándose, cada vez con más contundencia, de depravación, psicopatía sexual, enfermedad mental y peligrosidad social, todos ellos cargados de connotaciones negativas que anuncian ya una salida represiva. De entre todos será el concepto de homosexualidad, elaborado por el húngaro Karoly María Kertbeny, el que se imponga a finales del siglo XIX.

La moral burguesa impuso una penalización de las prácticas homosexuales, lo que acabó generando la aparición de un primer movimiento de liberación que buscaba, principalmente, poner fin a la penalización legal que acabó incrustada en buena parte de los Códigos penales de la época. Fue en Alemania donde surgió el primer movimiento, liderado por Magnus Hirchsfeld que tenía como objetivo la derogación del artículo 175 de Código Penal alemán que penalizaba las prácticas homosexuales. Su activismo tuvo cierta proyección internacional, pero la llegada del nazismo al poder acabó con todo su trabajo y el propio Hirchsfeld acabó sus días en el exilio francés.

La revolución rusa logró avances en los primeros momentos, con la despenalización de la homosexualidad, pero la llegada del estalinismo puso fin a ese periodo de tolerancia con la imposición de políticas pronatalistas, la prohibición del aborto y demás medidas de control social incluida la penalización por prácticas homosexuales.

Aún así, al finalizar la II Guerra Mundial se reinició la organización con la fundación de grupos en Holanda (COC), Francia (Arcadie) o los Estados Unidos (Mattachine Society y las Hijas de Bilitis) Se trata de los colectivos más representativos de la corriente denominada homófila que se plantea una intervención política limitada a unos estrechos márgenes que busca la tolerancia y el reconocimiento a partir del conocimiento científico. Frente a la medicalización buscarán el apoyo de la psiquiatría como elemento que explique la diferencia al tiempo que trabajarán por generar una imagen de respetabilidad social combatiendo los estereotipos que vinculan las prácticas homosexuales con la peligrosidad social, la psicopatía o la promiscuidad. En definitiva, intentaban presentarse como personas de orden capaces de integrarse plenamente en el mundo burgués.

La década de los sesenta: el anuncio de la tormenta

Los años sesenta fueron un período de fuerte radicalización política. Los movimientos anticoloniales, la guerra de Vietnam, la revolución cubana y las propuestas del Ché Guevara, por poner algunos ejemplos, señalan un camino de enfrentamiento directo con el orden establecido. De aquellas movilizaciones surgirán potentes movimientos sociales que siguen dinamizando numerosas propuestas en nuestros días: pacifismo, feminismo, ecologismo, etc.

En conjunto funcionaron todas ellas como el abono ideológico que permitió la ruptura con los homófilos a partir del momento que presenten una nueva aproximación a la realidad opresiva con propuestas de rebeldía y lucha. No se trata de alcanzar la integración sino la liberación gay y para ello, lo hay que hacer es rebelarse. El chispazo surgió con la revuelta de Stonewall, en junio de 1969. Un hecho habitual, una redada policial, se convirtió en el detonante de una movilización que marcó una ruptura con todo lo anterior.

La liberación gay se convierte en una aspiración revolucionaria. Se forman colectivos como el Gay Liberation Front (GLF) que pretenden sumarse a las filas de una revolución social que se considera inminente y necesaria. El feminismo había hecho una crítica al machismo y el movimiento gay añadirá la crítica al machismo heterocentrista. Surge una conciencia de opresión y de resistencia frente a los abusos que obliga a la denuncia y la movilización. Hasta ese momento en muchas ocasiones se veía en la Medicina y la Psiquiatría posibles aliados que ayudaran a explicar la existencia de la homosexualidad de forma científica, con la creencia de que, de este modo, se podría poner fin a la opresión. A partir de Stonewall, estas disciplinas y otras fueron vistas como elementos ideológicos que ayudaban a la consolidación de la opresión. Convertir a la población lgtb en objeto de estudio era una forma de hacernos diferentes con respecto al resto de la sociedad. Desde entonces, ser gay o lesbiana dejó de ser un motivo de vergüenza para convertirse en elemento de orgullo. Surge así el Gay Power que emula las actitudes y resistencias impulsadas por la población afroamericana que lucha por el reconocimiento de sus derechos civiles.

Pilar Espósito [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)]

Esa movilización dará origen a la primera marcha de lo que poco tiempo después será conocido como el Orgullo Gay. Sin embargo, casi desde el inicio, se abrirán debates, a veces amargos, que buscan reconocer la diversidad dentro del colectivo: lesbianas, transexuales, afroamericanos, bisexuales, son componentes del mismo movimiento pero con unas identidades y unas necesidades específicas que conviene respetar. Esto se saldará con el surgimiento de grupos específicos de lesbianas, transexuales, por origen racial, etc.

Desde entonces, el proceso ha sido imparable. Estamos ante un movimiento diverso, que pone énfasis en la necesidad del reconocimiento y respeto a las diferencias en la orientación del deseo, en la identidad de género, en la visibilidad, en la normalización social de estas diferencias y en el fin de cualquier tipo de discriminación y opresión legal.

Se trata de un movimiento social de raíz occidental que se abrirá paso a nivel global a partir de la reivindicación de la libre sexualidad como un derecho básico de las personas en cualquier lugar del planeta. Pronto se produjeron las despenalizaciones y organismos internacionales como las Naciones Unidas o el Consejo de Europa comenzaron a adoptar resoluciones tendentes a la plena equiparación de derechos para las personas lgtb, el reconocimiento de que se trata de un elemento más de los Derechos Humanos inherentes a cada persona. Se ha instaurado un Día Mundial para combatir las actitudes de homofobia en sus diferentes variantes y, aunque todavía perduran numerosos países en los que la represión legal sigue existiendo, incluida la pena de muerte, no es menos cierto que el proceso de equiparación sigue avanzando como lo demuestra el creciente número de estados que han ido aprobando, en los últimos años, el reconocimiento del matrimonio igualitario para gays y lesbianas, adoptando leyes específicas para el colectivo transexual, leyes que protegen los derechos integrales de las personas lgtb, etc

En el Estado Español, estos últimos años se han procedido al reconocimiento efectivo de los derechos de la población lgtb. Si en el momento de la salida del franquismo, la mayoría de la población se mostraba contraria a la homosexualidad, una generación después, el cambio es espectacular en lo que hace referencia al final de cualquier tipo de discriminación y penalización legal. Esto no significa que estén resueltos todos los problemas. Existe un marco legal que garantiza la igualdad de derechos pero esto no resuelve buena parte de los problemas reales a los que la población lgtb tiene que hacer frente en su vida cotidiana. En este sentido queda por delante un importante trabajo para educar a una sociedad en la que todavía existen importantes bolsas sociales de homofobia.

El colectivo transexual continúa necesitando una Ley integral que reconozca sus derechos para salir de la situación de marginación y, en muchos casos, de exclusión social.

La creciente denuncia de agresiones de odio hacia personas lgtb muestra que existe una hostilidad latente en diversos sectores, fundamentalmente jóvenes varones, que traspasa con facilidad la frontera del rechazo para llegar a la agresión violenta.

El ascenso de las corrientes de extrema derecha significa una amenaza sobre los logros alcanzados hasta ahora en la medida que no ocultan un componente homofóbico significativo que se concreta en propuestas que tienen como objetivo reducir la visibilidad social y el reconocimiento institucional existente.

En el ámbito educativo sigue existiendo un importante vacío en lo referente a la formación de las futuras generaciones en temas tan trascendentales como el respeto a la igualdad de género, a la diversidad de la orientación sexual o la identidad transexual. Se trata de una labor importante que necesita un impulso legal que hasta ahora no existe, más allá de actitudes voluntaritas y comprometidas de parte del profesorado.

En todo caso, la celebración de este cincuenta aniversario de Stonewall es un buen momento para valorar la salud de un movimiento social como el lgtb, que vino para quedarse, que ofrece a la sociedad un modelo diferente de relación entre las personas, que aporta una fuerte crítica al machismo, que contribuye a consolidar valores como el respeto a las diferencias y que hace la vida de los individuos un poco más libre. Por todo ello, podemos decir: Larga vida a Stonewall y su legado.

Descargar (PDF, 1.62MB)

Subir

";